sábado, 3 de septiembre de 2011

Los Últimos de Filipinas



Los Últimos de Filipinas es el nombre por el que se conoce a los soldados del ejército español que lucharon en el sitio de Baler contra los independentistas filipinos, en la guerra creada por Estados Unidos para la conquista de las últimas colonias españolas en ultramar (Cuba y Filipinas), en lo que fue la Guerra Hispano-Estadounidense, también conocida en España como “el desastre del 98”.

337 días de resistencia fortificados en una iglesia, asediados por las tropas filipinas, negándose a creer que el dominio español de aquellas tierras había terminado.

Sólo cuando quedaron totalmente convencidos que aquel territorio que defendían había dejado de ser territorio nacional aceptaron capitular.

Una vez arriada la bandera, el corneta tocó atención y los sitiados se aprestaron a abandonar su reducto. Los Tenientes Martín Cerezo y Vigil de Quiñones, enarbolando la bandera Española, encabezaban una formación de soldados agotados, que de tres en fondo, y con armas sobre el hombro, abandonaban el último solar español en el Pacífico, desde marzo de 1521. Le hacían pasillo soldados filipinos en posición de firmes, entre asombrados e incrédulos.

El presidente de la recién nacida República Filipina, Emilio Aguinaldo, dictó el siguiente decreto:

“Habiéndose hecho acreedoras de la admiración del mundo las fuerzas españolas que guarnecían el destacamento de Baler, por el valor, la constancia y heroísmo con que aquel puñado de hombres aislados y sin esperanza de auxilio alguno, han defendido su bandera por espacio de un año, realizando una epopeya tan gloriosa y tan propia del legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo; rindiendo culto a las virtudes militares e interpretando los sentimientos del ejército de esta República, que bizarramente les ha combatido, a propuesta de mi Secretario de Guerra y de acuerdo con mi Consejo de Gobierno.

Vengo en disponer lo siguiente:

Artículo único. Los individuos de que se componen las expresadas fuerzas no serán considerados como prisioneros, sino por el contrario, como amigos; y en su consecuencia, se les proveerá, por la Capitanía General, de los pases necesarios para que puedan regresar a su país.


Dado en Tarlak a 30 de junio de 1899.-El Presidente de la República, Emilio Aguinaldo.- El Secretario de Guerra, Ambrosio Flores”.

De los treinta y tres últimos de Filipinas cuatro fueron catalanes:

Pere Planas Basagañas, de Sant Joande les Abadesses, Gerona (1860-muerto en fecha desconocida)

Josep Pineda Turà, de San Feliu de Codines, Barcelona (1867-1906)

Pere Vila Garganté, de Taltaull, Lérida (1868-1944)

Ramón Mir Brils, de Guisona, Lérida (1876-1932)

Cuatro catalanes dispuestos a morir por defender el honor de España y su bandera.

Víctor Balaguer


“El catalán admite iguales, pero no superiores; acepta monarcas y soberanos, pero no amos y dueños; es asequible al consejo, rebelde al látigo; amante escrupuloso de sus deberes, pero guardador minio de sus derechos; siendo sólo la conciencia de este mismo deber la que a veces le obligó a cumplir con el de rechazar con indignación todo ultraje y todo ataque, viniese de fuera o de dentro, de arriba o de abajo, a su independencia, a sus franquicias, a sus derechos, a sus libertades”.


“Lo que no creo, lo que no espero, lo que avenir no puede, es que llegue a ser jamás un peligro, ni sombra de él siquiera, para desmembraciones imposibles de la gran patria española”.

“No hay, señores Académicos, no hay ningún escritor catalán que no diga con el autor de estas líneas: Dios me conceda morir en el suelo de mi país, oyendo las campanas de la iglesia que festejaron mi nacimiento y mis bodas, viendo los árboles que planté y a que di sombra para que a su vez pudieran dármela; Dios me conceda morir en mi casa solariega, que es tumba de mis padres y cuna de mis hijos; pero Dios no permita que mis ojos puedan cerrarse a la luz sin ver flotar siempre sobre los campos de mi patria, radiante y libre, el pabellón de España”.

Víctor Balaguer, “De la literatura catalana” discurso pronunciado en la Real Academia de la Historia, Madrid, el 10 de octubre de 1875. Páginas 30, 41 y 44.



Víctor Balaguer i Cirera (Barcelona 1824 – Madrid 1901) está considerado como uno de los escritores catalanes más importantes del siglo XIX.

Fue uno de los principales impulsores de la Renaixença, especialmente en la recuperación de los Juegos. Fue el primer profesor en Gay Saber. Cronista de la ciudad de Barcelona puso nombre a las calles de la Eixample que corresponden a los nombres de los territorios, instituciones y personalidades de la corona de Aragón.

A partir de mediados del siglo XIX se incorporó progresivamente en política y destacó come dirigente del Partido Progresista. Participó en la conspiración para derribar a los Borbones motivo por el cual tuvo que exiliarse. Víctor Balaguer fue un miembro muy destacado de la masonería y formó parte en cuatro ocasiones (1871, 1872, 1874, 1886-88) de los gobiernos nacionales, donde ocupó los ministerios de Fomento y Ultramar.
Fue miembro de la Real Academia Española.

Botijo


El botijo es un elemento típico de la cultura española, especialmente, en el tercio sur de la península (Extremadura, La Mancha, Levante y Andalucía). De hecho, difícilmente nos encontraremos una región o comarca que no tenga su botijo, que variará en formas, colores, cerámicas, etc.


Su decadencia se inicia en la segunda mitad del siglo XX con la aparición de los frigoríficos domésticos. En España, donde su uso ha sido tradicional, se sigue manteniendo como elemento ornamental.

En Cataluña se le denomina “càntir”, existiendo una feria anual con el mismo nombre en la localidad barcelonesa de Argentona, así como un museo dedicado de forma exclusiva al estudio y difusión del botijo, con más de 3.000 ejemplares en sus colecciones.

Como centros de botijos catalanes se debe destacar Verdú (Urgel), con sus reputados botijos de barro negro o fumado, y La Bisbal del Ampurdán, con botijos barnizados y decorados.



Botijo popular de La Bisbal del Ampurdán



















Hay un refrán español en lengua catalana que dice:

“El càntir nou fa l'aigua fresca”.

Su equivalente en lengua castellana sería: “La escoba nueva barre bien”.

Fuente: Josep Balbastre i Ferrer (1977): Nou recull de modismes i frases fetes. Barcelona: Ed. Pòrtic.