lunes, 2 de noviembre de 2009

Lluís Companys


Lluís Companys nació en el seno de una familia acomodada en Tarrós, en la comarca de Urgell, en 1883. Cuando se trasladó a estudiar derecho a Barcelona, se convirtió con menos de dieciocho años en uno de los fundadores de la Asociación escolar republicana.

En buena medida, puede decirse que comenzaba a transitar entonces un camino que ya no abandonaría durante el resto de su vida, un camino que pasaba por el nacionalismo catalán pero, de manera muy acentuada, por la lucha anti-sistema.

Redactor en jefe de «La Barricada», un semanario que dependía del Bloque autonomista catalán, al año siguiente sufrió una dura derrota en las elecciones municipales que le llevó a radicalizar sus posiciones. En abril de 1917, se convirtió en uno de los fundadores del Partido republicano catalán y se sumó de manera nada oculta a la labor de acabar con la monarquía parlamentaria.

No mucho después, Companys entró en uno de los recovecos de su carrera que suelen pasar por alto sus partidarios y que ilustra más claramente su carácter moral. Nos referimos al momento en que decidió asumir la defensa de terroristas de signo anarquista que, desde 1919, habían precipitado a Cataluña en lo que se denominaron los «años del pistolerismo».

Para muchos, Companys simplemente colaboraba con las fuerzas políticas anticonstitucionales de mayor peso –y violencia–. No obstante, junto con esta razón nada descartable puede indicarse otra de no escasa importancia. Companys había sido iniciado en la masonería precisamente en una época en que la presencia de ésta en los partidos anti-sistema era muy considerable, pero, sobre todo, en que la relación era muy estrecha con el sector del anarquismo que propugnaba el atentado como vía política privilegiada. De hecho, anarquistas habían sido tanto Ferrer Guardia, responsable de las atrocidades de la Semana Trágica como Mateo Morral que había intentado asesinar a Alfonso XIII el día de su boda. No resulta pues nada extraño que Companys, además de intentar derribar la monarquía parlamentaria, estuviera ayudando a compañeros de la Logia.

De hecho, en noviembre de 1920, fue detenido junto con otros anarquistas implicados en acciones violentas y recluido en el castillo de Mahón. Fue su elección como diputado de partido republicano catalán la que le libró justo al mes siguiente de la cárcel. Regresó a prisión por actividades subversivas en 1930, pero a esas alturas la conspiración contra el sistema parlamentario estaba muy avanzada.

Aunque el alzamiento armado de los militares Galán y García Hernández fracasó, en abril de 1931 se proclamó la República. Fue éste un episodio idealizado por la propaganda aunque muy turbio en su desarrollo ya que se produjo tras unas elecciones municipales en que las candidaturas monárquicas obtuvieron casi cinco veces más concejales que las republicanas.

El día 16 del citado mes, Companys proclamó la república desde el ayuntamiento de Barcelona. A partir de ese momento, su carrera –ya vinculada a la Esquerra republicana de Cataluña– resultó fulgurante. Diputado, miembro del comité ejecutivo de ERC, presidente del parlamento catalán o ministro de marina fueron algunos de los cargos que ocupó mientras erosionaba mortalmente al catalanismo de derechas.

Al morir Francesc Maciá en 1933, Companys se vio catapultado a la presidencia de la Generalidad catalana precisamente en unos momentos en que el catalanismo era ya claramente de mayoría izquierdista e independentista. Fue entonces cuando se produjo un hecho que no comprendió –ni aceptó– ninguna de las fuerzas que durante décadas se había propuesto aniquilar la monarquía parlamentaria y luego caminar hacia sus distintas utopías a través de la república. Tras un gobierno republicano-socialista que duró dos años y que no resolvió ninguno de los problemas que acometió, aunque sí dividió dramáticamente a los españoles, las derechas ganaron las elecciones de 1933. La respuesta de nacionalistas e izquierdas –especialmente de PSOE y ERC– fue preparar un alzamiento armado que aniquilara al gobierno legítimo y les permitiera volver al poder mediante la violencia.

Companys se sumó con entusiasmo al plan, apostó por la total ruptura con la legalidad democrática republicana alzándose en armas en connivencia con el PSOE en lo que fue, ni más ni menos, que un intento de golpe de estado.

Companys contaba con los aproximadamente 3.400 escamots de Dencás y Badia y unos 400 mozos de escuadra al mando de Pérez Farras, tanto la Guardia de Asalto como la Guardia Civil, pese a su dependencia formal de la Generalidad, no se sumaron a la intentona golpista. La intervención en Barcelona de las tropas del ejército leales a la República, compuestas de unos 500 hombres, bajo el mando del general Batet frustraron el golpe, sin apenas resistencia de los nacionalistas, que se rindieron tras los primeros intercambios de disparos. Los escamots salieron huyendo, demostrando que apenas servían para algo más que desfilar y fanfarronear ante pusilánimes tenderos. En cuanto a los rabassaires, pequeños agricultores catalanes, cuyo apoyo popular esperaba la Esquerra, no se embarcaron en la insensata aventura de Companys. El pronunciamiento había comenzado el 6 de octubre y finalizó la mañana del día 7, apenas había durado unas horas, pero la estúpida ambición de Companys dejó aproximadamente 73 muertos innecesarios.

Detenido y juzgado el sedicioso presidente de la Generalidad fue condenado a 30 años de prisión. Con el triunfo del Frente Popular en 1936 Companys salió de la cárcel, e increíblemente, pese a su reciente pasado delictivo fue restablecido en su cargo de Presidente de la Generalidad, como si nada hubiese pasado. De lo poco arrepentido que estaba de su actuación antidemocrática, y de lo poco que le importaban las vidas de los ciudadanos da fe el propio Azaña, que critica la intención de Companys una vez excarcelado, de presentarse inmediatamente en Barcelona para “tomar posesión del gobierno por la fuerza”, “disparate colosal, repetir otro 6 de octubre, y hacérmelo a mí”.

Desde la cárcel Companys había jugado sus bazas políticas al colaborar en la tarea del Frente Popular de atraerse los votos de los anarquistas. La Esquerra envió al diputado Trabal, que en compañía de Salvat y Farreras, negoció con los líderes anarquistas su apoyo electoral. A cambio exigían la entrega de armas, quedando muy patente que la intención de las fuerzas revolucionarias no acababa en la obtención de una victoria electoral.

Durante los meses de violencias que siguieron, la CNT se cobró su tributo a la contribución que en votos hizo para el triunfo del Frente Popular. En Cataluña una Generalidad sobrepasada “tolero” sus desmanes, que llegaron hasta el asesinato de los famosos hermanos catalanistas Badia, que tan activamente habían participado en el levantamiento de la Generalidad en octubre del 34.

El alzamiento militar del 18 de julio del 36 fracasa en Cataluña. Companys y la Esquerra no tienen escrúpulo alguno en coaligarse con la CNT para prescindir del gobierno central e instaurar de facto un régimen semiindependiente en Cataluña. El terror que despliegan los milicianos se ve respaldado legalmente por Companys, que el 23 de julio de 1936 promulga un decreto que dice: “La rebelión fascista ha sido vencida por el heroísmo popular y el de las fuerzas locales. Precisa, pues, acabar de aniquilar en toda Cataluña los últimos núcleos fascistas existentes y prevenirse contra los posibles peligros de fuera. Por tanto a propuesta de la presidencia, y de acuerdo con el Consejo Ejecutivo, decreto lo siguiente: 1º Se crean las milicias ciudadanas para la defensa de la República y la lucha contra el fascismo y la reacción … 2º En toda Cataluña se constituirán los Comités locales de defensa que deberán obrar de acuerdo con el Comité Central”.

La actuación de esos comités y milicias, tuvo como resultado el asesinato en Cataluña de 8.000 personas durante 1936, según estimaciones del propio Companys y el destacado miembro de ERC, Jaime Miravitlles. El número de ejecuciones fue tan elevado en las primeras semanas, y la represión tan brutal, que el propio Companys tuvo que protestar ante el Comité Central controlado por los anarquistas García Oliver y Peiró. En noviembre de 1936 disuelve la Oficina Judicial controlada por la CNT sustituyéndola por los Tribunales Populares, que se habían creado en el mes de octubre. La relación simbiótica de la Esquerra de Companys con el anarquismo finalizó en abril de 1937. En dichas fechas los comunistas del PCE, muy fortalecidos por la importante presencia militar y política soviética en España, pretendían dominar al resto de organizaciones obreras y los resortes de poder de la República. En Cataluña los comunistas coaligados con socialistas en el PSUC pretendían acabar con el dominio de los anarquistas. Durante los meses de marzo y abril se habían producido secuestros y asesinatos entre miembros de las organizaciones obreras enfrentadas. Companys barruntando el cambio de vientos, se alía con los comunistas, y permite que la Generalidad practique numerosas detenciones de anarquistas tras el asesinato del líder del PSUC Roldán Cortada el 25 de abril. El 3 de mayo los comunistas, con el beneplácito de Companys ocupan el edificio de Telefónica de Barcelona, baluarte del anarquismo y por tanto autentica provocación, que desemboca en un levantamiento armado de la CNT y el POUM, que es sofocado en pocos días. La represión posterior, que se hace especialmente cruenta entre los miembros del POUM, incrementada tras el ascenso de Negrin a la jefatura de la República, nos añade 500 asesinatos más en suelo catalán permitidos por el gobierno de Companys.

La represión se atempera durante los años 1937 y 1938, para volver a subir en 1939, barajándose un total de al menos 2.300 ejecuciones más en el territorio catalán.

Finalizada la contienda civil, Companys huye a Francia. Los vencedores lo buscaban por varios cargos entre los que se encontraban de manera fundamental los referidos a los fusilamientos, los saqueos, las torturas y las atrocidades cometidas en Cataluña mientras Companys era presidente.

El dirigente de ERC pudo escapar hasta que el III Reich venció a Francia en el verano de 1940. Concedida la extradición por las fuerzas de ocupación alemanas, Companys fue entregado a las autoridades españolas y juzgado. Se le condenó a muerte siendo fusilado el 15 de octubre de 1940 en el castillo de Montjuic.

El acto no pudo estar más cargado de simbolismo. En los fosos de aquel mismo lugar, más de mil doscientas personas habían sido fusiladas por el Frente Popular sin que Companys hiciera nada por impedirlo.

El balance no puede ser más siniestro, son dos los hechos criminales que se deben imputar a Luis Companys y Jover. Por un lado el levantamiento armado contra la legalidad democrática, que provoca decenas de muertos en octubre de 1934, y por otro la responsabilidad política y personal directa en la represión en Cataluña durante la Guerra Civil, represión que Companys no solo no desconocía y permitía, sino que apoyó con sus medidas legislativas y de gobierno.

El hecho de que acabase sus días ante un pelotón de fusilamiento franquista no cambia los graves crímenes de guerra que cometió.

Francesc Macià


Francesc Macià i Llussà (Villanueva y Geltrú, 21 de Octubre de 1859 - Barcelona, 25 de Diciembre de 1933) Político y militar español de ideología republicana e independentista catalana, teniente coronel del Ejército de Tierra. Uno de los fundadores del partido Estat català y Esquerra Republicana de Catalunya.


Francesc Macià era un coronel del Ejército español de convicciones monárquico-liberales. Imbuido del incipiente nacionalismo participó del movimiento Solidaritat Catalana junto a la derecha catalanista, neo-carlistas y republicanos federales. Incluso, brevemente, militó en la LLiga regionalista (Antecedente del socio menor de CIU, Unió). Poco a poco fue radicalizando su nacionalismo y funda un curioso partido: Estat Català.

La historiografía nunca ha sabido como clasificar a este partido que bien podría definirse como una especie de “fascismo a lo catalán”. Indudablemente la base del partido era burguesa y se caracterizó por sus milicias armadas, los “escamots” (“Pelotones”), que eran conocidas como “El fascio de Macià”. De hecho el Estat Català mantuvo cierta vinculación con el fascismo italiano.

En el año 1925, su suborganización secreta y paramilitar, La Bandera Negra, protagonizó diversos atentados, entre ellos un intento fallido de asesinar al rey de España Alfonso XIII (Complot del Garraf). Al año siguiente, miembros de Estat Català organizaron el "Exèrcit Català" (Ejército catalán).

Macià, exiliado durante la dictadura de Primo de Rivera, llegó a viajar a la URSS a solicitar ayuda a la III internacional para conseguir la independencia de Cataluña. En 1926 provocó una ridícula intentona de invadir Cataluña desde Francia con su "Ejército catalán" y un grupo de anarquistas que, evidentemente, fracasó justo en el momento en que se empezaban a realizar los primeros movimientos de tropas. Este complot se conoce en la historiografía catalana como los "Hechos de Prats de Molló", por ser esta localidad del Rosellón (Francia) donde estaba ubicado el Cuartel General del Ejército Catalán.

En 1931 el Estat Català se unirá al Partido Republicano Catalanista, junto con unos periodistas de L’Opinió, para fundar ERC, que presidirá Macià.

ERC es un partido con una historia tortuosa y complicada. Desde la primera militancia burguesa y filofascista proveniente del partido Estat Català, hasta las últimas incorporaciones de los grupúsculos marxistas-leninistas de corte separatista, pasando por un elenco de dirigentes masones.

Las elecciones municipales del 14 de abril de 1931, en las que ERC gana en Cataluña, sirven de excusa para una “consumación” de facto de la “independencia de Cataluña”.Macià y unos cuantos seguidores, acuden al Ayuntamiento de Barcelona, donde “destituyen” el consejo provisional. De ahí se acercan al Palacio de la Generalitat y, desde su balcón, proclaman el "Estado catalán bajo el régimen de una república catalana".

Tres días más tarde Macià se pliega a las izquierdas españolas y “renegocia” la República catalana por una “Autonomía”.

Josep Tarradellas confiesa en una carta dirigida a Frederic Escofet que: "Macià ante un grupo de personas nos dijo que ése era el dia más triste de su vida, no porque había renunciado a la República catalana, sino porque, y eso era exacto, tenía plena conciencia de ello, Cataluña no la quería. Su decepción era producida porque creyó que al anunciar a la multitud que estaba en la plaza San Jaume la renuncia a la República catalana y la aceptación de la Generalitat, se habría producido protestas y alborotos, y fue todo lo contrario, pues nuestro pueblo tenía plena conciencia de que estaba bien que el presidente Macià hubiese proclamado la República catalana y que aún estaba mejor que hubiese renunciado a ella".

El partido Estat català con la llegada de la transición recuperó la legalidad política.

En los ochenta se integraron sectores de extrema derecha, que fueron expulsados años más tarde. Posteriormente, en los noventa, un grupo de ex miembros de la banda terrorista "Terra Lliure" (la ETA catalana) entraron en el partido, dándole un sesgo opuesto. Después de un cisma interno, pendiente de resolución judicial, se crearon dos facciones: una cuya a línea ideológica es interclasista y la otra de izquierda.

Macià muere en 1933, su familia quiso celebrar un funeral católico, pero la Generalitat impuso un entierro laico y pomposo.

En defensa de la lengua catalana.


Mensaje de elogio y defensa de la lengua catalana.

Base documental de Historia Contemporánea de Cataluña.
Restauración 2 (1898-1931) - Dictadura de Primo de Rivera (1923-1931)

Fuente:

SAINZ, Pedro (et al.): Mensaje de elogio y defensa de la lengua catalana que los escritores castellanos de Madrid han entregado al Presidente del Gobierno militar de España el mes de marzo de 1924 y letra de gratitud de los escritores de Cataluña enviada el 7 de abril del mismo año.
Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona, año 1924.

Comentario:

La persecución de la lengua catalana durante la Dictadura de Primo de Rivera fue muy importante, a pesar del apoyo inicial de grupos sociales importantes al golpe de estado de Primo de Rivera (13-IX-1923).
118 escritores castellanos solicitan al Directorio Militar que se frene la persecución política contra la lengua catalana y se basan en motivos lingüísticos y de aportación a la misma lengua castellana.
98 escritores catalanes agradecieron, en otra carta, la actitud de apoyo de los escritores castellanos.

Texto:

EXCMO. SR. PRESIDENTE DEL DIRECTORIO MILITAR:

Los abajo firmantes, escritores en lengua castellana, que sentimos profundamente los merecimientos históricos de nuestro idioma y que apreciamos en todo su valor como insuperable vehículo para la difusión del pensamiento a través del mundo civilizado, nos dirigimos respetuosamente a V. E. para expresarle nuestro sentir con ocasión de las medidas de gobierno que por razones políticas se han tomado acerca del uso de la lengua catalana.

Es el idioma la expresión más íntima y característica de la espiritualidad de un pueblo, y nosotros, ante el temor de que esas disposiciones puedan haber herido la sensibilidad del pueblo catalán, creando para lo futuro un abismo de rencores imposible de salvar, queremos, con un gesto fraternal, ofrecer a los escritores de Cataluña la seguridad de nuestra admiración y de nuestro respeto para el idioma hermano.

El simple hecho biológico de la existencia de una lengua, obra admirable de la naturaleza y de la cultura humana, es algo siempre acreedor al respeto y a la simpatía de todos los espíritus cultivados.

Nosotros debemos, además, pensar que las glorias de Cataluña son glorias españolas, y que los títulos históricos más altos que podemos presentar para ser considerados como potencia mediterránea se los debemos, en gran parte, al pueblo catalán, que hizo de la Barcelona medieval un emporio de riqueza capaz de competir con las repúblicas italianas, que creó una cultura admirable, que supo dar leyes de mar y cuya lengua inmortal resonó entre el fragor de las batallas ante las ruinas sagradas del Partenón, y sirvió para que en ella hablara por vez primera la filosofía nacional por boca de Raimundo Lulio, y fuesen cantadas las efusiones místicas del amor humano en los versos imperecederos de Ausias March.

El renacer de las literaturas regionales, que se produce como una de las consecuencias de la ideología romántica, hizo florecer en Cataluña una literatura a la que pertenecen autores como Verdaguer y Maragall, que son primeras figuras de la literatura española del siglo XIX.Y nosotros no podemos tampoco olvidar que de Cataluña hemos recibido altísimas pruebas de comprensión y cariño, hasta el punto de que un insigne patriota catalán, amante fervoroso de la tradición española, el gran Milá y Fontanals, abrió con llave de oro el obscuro arcano de las manifestaciones artísticas más genuinas y características del pueblo castellano.

Creemos cumplir un deber de patriotismo diciéndole a Cataluña que las glorias de su idioma viven perennes en la admiración de todos nosotros y que serán eternas mientras exista en España el culto del amor desinteresado a la belleza.

                                                                                                                                                     Madrid, Marzo de 1924.

Pedro Sáinz, E. Gómez de Baquero, A. Bonilla San Martín, Gregorio Marañón. Angel Ossorio y Gallardo, Pedro Mata, Antonio Jaén, Tomás Borrás, Angel Herrera, Jaime Torrubiano Ripoll, R. Menéndez Pidal, Alvaro de Albornoz, Concha Espina, Augusto Barcia, V. García Martí, Conde de Vallellano, José Ortega y Gasset, Miguel Herrero, Luis de Zulueta, Domingo Barnés, Francisco Vighi, Pedro de Répide, León de las Casas, Joaquín Belda, José G. Alvarez Ude, Luis Giménez de Asúa, Luis Ruiz Contreras, Félix Lorenzo, Fabián Vidal , Gabriel Maura, Vicente Machimbarrena, Gregorio Martínez Sierra, Lorenzo Barrio y Morayta, Andrés González Blanco, José Toral, Luis Araujo Costa, Mercedes Gaibrois de Ballesteros, Fernando de los Ríos, Azorín, Manuel Pedroso, Luis Bello, José M.a Sacristán, Cristóbal de Castro, José Giral, Melchor Fernández Almagro, Ramón Gómez de Laserna, Manuel Bueno, Antonio Espina, Antonio Zozaya, F. García Lorca, F. Rivera Pastor, Alberto Insúa, Honorato Castro, Luis de Tapia, Luis Araquistain, Gustavo Pittaluga, E. Paúl Almarza, Juan de la Encina, José García Mercadal, Angel Lázaro, Bernardo Acha, Artemio Precioso, F. Escrivá, José Gutiérrez Solana, Jacinto Grau, Juan Pujol, José Ruiz Castillo, P. de Ciria Escalante, José Albiñana, Dr. García del Real, Gabriel Franco, Salvador Pascual, Eduardo Ortega Gasset, Carlos Pereira, Juan Guixé ,Leopoldo Bejarano, José Canalejas, Guillermo de la Torre, M García Cortés, Adolfo A. Buylla, P.A. Balbontín, Isaac del Vando-Villar, Cayetano Alcázar, Mauricio Paraísso, Rafael Urbano, Julio Cañada, Antonio Guisasola, Antonio Dubois, José Sánchez Rojas, José Antón, F. Madariaga, Luis de Hoyos Sáiz, Hipólito Jimneno, Luis G. Bilbao, Andrés Ovejero, Manuel Azaña, Claudio Sánchez Albornoz, Conde de las Navas, Luis Palomo, F. Arévalo Salto, Luis G. Urbina, Luis G. Andrade, F.de Bustamante, A. Pérez Serrano, Tommás Elorrieta, Manuel Hilario Ayuso, Eduardo Barriovero, Manuel Antón, J. Jordán de Urries, Juan Hurlado, Ramón Pérez de Ayala, J. Villalba, Alvaro Calvo, Marqués de Lozoya, Angel Torres de Alamo, Francisco de Viu, Luis Fernández Adravín y Alberto Marín Alcalde.

 
Letra de gratitud de los escritores de Cataluña enviada el 7 de abril del mismo año.


Hemos leído el mensaje en elogio y defensa de la lengua catalana que habéis dirigido al Presidente del Directorio militar de España. El elogio es cumplido. La defensa es oportuna y suficiente; dentro de los momentos actuales, nos basta. Los Generales del Directorio, si son españoles, dentro de la ancha acepción de la palabra, de haber sentido una emoción profunda, leyendo y pesando vuestra palabra juiciosa, cálida y fecunda, sobre todo cuando les decís que es el idioma la expresión más íntima y característica de la espiritualidad de un pueblo, y que "vosotros" frente al temor que estas disposiciones - las adoptadas por el Gobierno por razones políticas sobre el uso de la lengua catalana puedan haber herido la sensibilidad del pueblo catalán, creando para el porvenir un abismo de rencores imposible de salvar, queréis, con un gesto fraternal, ofrecer a los escritores de Cataluña la seguridad de vuestra admiración y de vuestro respeto al idioma hermano". Esta palabra vuestra, precisa y entusiasta, tiene que haber golpeado el corazón y la inteligencia de los generales del Directorio. Homo sum, habrán pensado también cada uno de ellos, humani nihil a me alienum puto ("Hombre soy; nada humano me es ajeno.". Y este sentimiento y esta idea los decantará a la benevolencia, e incluso a la justicia hacia la lengua catalana; hacia los que la hablan, la escriben, y la aman. No desesperemos que sea así.

El elogio de la lengua castellana no hay que hacerlo aquí. Vosotros, en el buen mensaje, hacéis bella memoria de la obra de Mila y Fontanals, diciendo de él "que abrió con clavo de oro el oscuro arcano de las manifestaciones artísticas más genuinas y más características del pueblo castellano". En Mila y Fontanals simboliza la participación de los catalanes en la cultura castellana. Y ha hecho escuela. Nosotros, pues, por fortuna de Castilla, no debemos hacer aquí el elogio y la defensa de vuestra lengua. Todo el mundo la elogia. Nadie la ataca.

De lo contrario, pase lo que pase, castellanos amigos, tantas gracias. La gratitud tiene que ser virtud catalana. Ahora que nos leve, pues, demos ejemplo a nuestros compatricios.

Sin embargo, un ruego, castellanos amigos. Vosotros, intelectuales de Castilla, que ilumináis el espíritu de vuestro pueblo, digáis, por favor, a los gobernantes españoles, ya que los tenéis bien cerca, que a la fórmula política que nos aplican ellos: “Someteos y os daremos lo que merecéis” oponemos, los catalanes, la fórmula: “Ser justos con nosotros y seremos amigos”.

Sea el buen mensaje la llave de oro que abre la caja donde se guarda la libertad de la lengua catalana. Pero la libertad entera, no con capitis diminutio (disminución de categoría, pérdida de derechos civiles). En la Escuela, en la Universidad, en los Tribunales, en todas partes: la libertad misma que tenéis vosotros para utilizar vuestra lengua. Vendrá un tiempo que así será. Vendrá poco a poco o todo de golpe. Hoy por hoy, todo está en manos del Directorio.

SEA EL BUEN MENSAJE LA LLAVE DE ORO.
Que Dios haga más que nosotros.
Castellanos amigos, adiós.

                                                                                                                                                Barcelona, 28 de marzo de 1924.

Angel Guimerà, Apeles Mestres, Santiago Rusiñol, Joaquim Ruyra, Víctor Català, Josep Pin y Soler, Joan Llongueras, Joan Garriga Massó, Pere Aldabert, Ignasi Iglesias, Joaquim Casas-Carbó, Alexandre Font, Josep M a Roca, Ernest Moliné y Brasés, Rosend Serra, Narcís Oller, Pere Corominas, Lluis Via, J. Cugat Figuerola, Feliu Elias (Apa),Francesch Matheu, Joan M.a Guasch, P. Palau G. de Quijano, Alexandre Cortada, Ignasi de L.. Ribera-Rovira, Regina Opisso de Llorens, Mossèn Anton Navarro, Joan Ruiz i Porta, Ramon Serra Toneu, Bonaventura Bassegoda, Llorenç Sampera, Prudenci Bertrana, Josep Elias i Juncosa, Pompeu Crehuet, Gabriel Alomar, Joaquim Cabot, Emili Junoy, Lluis Ferrer Bàrbara, Celestina Vigneaux de Corominas, Juan Barco, Narcisa Freixas, Joan Burgada i Julià, Joan G. Junceda, Josepa de Casagemas Vda. de Llopis, Salvador Armet Ricart, M. Font Torné, Miquel Duran i Tortajada, Llorenç Riber, Arthur Masriera, Amadeu Hurtado, Maria Domènech de Cañelles, Alfred Opisso, J. Oliver Bauzá, Alexandre Bulart i Rialp, Alfons Par, Lluis Masriera, M. Junyent, Francesc Pujols, Josep Roca y Roca, Oriol Martorell, Joaquim Rubió, Aureli Capmany, Julián Pérez Carrasco, Rafael Vehils, Francesca Bonnemaison Vda. de Verdaguer, M. C. Arrau, G. Miró, Salvador Albert, J Roig Raventós, Condesa de Castellà, Vicente Clavel, Mossèn Trens, J. Pich, P. Vila San Juan, Juan Antonio Pamias, Gonzalo de Reparaz, Josep Artís, Carles Pirozzini, Joan Anton Maragall, Jaume Barrera, prev., Pelegrí Casades y Gramatxes, David Ferrer, Leopold Jaumeandreu, Jaume Carner, M. Valls Ginesta, Maurici Serrahima, Emili Tintoré, Jaume Massó Torrents, Josep Alemany i Borràs, Eduard Toda, Vicens Artigas,Ramon Miquel i Planas, Joan Batlle, Alexandre Maristany, Gustau Gili i Carme Kahr.

El sitio de Gerona.


El sitio de Gerona: Cataluña dio su sangre por España

Esto ya no se lo enseñan a nuestros hijos.



En 1808, españoles de toda la nación se alzaron contra un invasor extranjero. Lugares hoy gobernados por gentes y partidos que se dicen antiespañoles, dieron entonces su sangre por España con un patriotismo muy consciente, nada ambiguo, y envueltos en la bandera roja y gualda. Uno de esos lugares fue Gerona, donde los catalanes soportaron con valor asombroso un asedio terrible. Al frente, un granadino: Mariano Álvarez de Castro. Y entre los defensores, una compañía de mujeres que pasaría a la Historia.


JOSÉ JAVIER ESPARZA

Pongámonos en contexto. Madrid se ha levantado contra los franceses el 2 de mayo. Napoleón se ha encontrado con algo insólito: un pueblo que, aun sin rey, se organiza sobre la base de sus viejas instituciones y se alza en armas para defender la patria y la religión. Por todas partes surgen las Juntas. Los franceses son derrotados en el Bruc y en Bailén, fracasan en los asedios de Zaragoza y Valencia. En tal tesitura, temen perder la comunicación con Francia, comunicación que pasaba, entre otros lugares, por Cataluña, y concretamente por Gerona. La situación en Cataluña era difícil. Un fuerte contingente francés se había asentado en Barcelona y creía controlar la región. Pero en Gerona también los españoles se levantan. En junio de 1808 se constituye una Junta, animada sobre todo por el pueblo llano y los clérigos; pese al recelo de la burguesía local, la Junta se convierte en el verdadero poder y declara la guerra a los franceses.

¿Y estaba Gerona en condiciones de hacer tal cosa? En realidad, era una locura. Estamos hablando de una ciudad pequeña, de unos 10.000 habitantes y castigada por la crisis del trigo. Militarmente era muy débil: con un marino como gobernador, Julián de Bolívar, tenía una guarnición de tan sólo 300 soldados del Regimiento de Ultonia, al mando de dos oficiales de ascendencia irlandesa: O’Daly y O’Donovan. Ante el estado de guerra, la Junta organizó dos tercios de miqueletes, milicias populares como los somatenes. También acudieron marineros de Sant Feliu de Guixols para atender unas pocas piezas de artillería, en unas murallas arrumbadas por el tiempo y reducidas a su mínima expresión.

Tres asedios.

De manera que Gerona era muy poca cosa, pero para los franceses era vital: necesitaban controlarla para asegurar las comunicaciones con Francia. Así que el jefe napoleónico en Barcelona, Duhesme, que se ha enterado de la sublevación, corre a sofocarla. Es el 20 de junio. Se presenta en Gerona con 5.000 hombres y ocho cañones. Insta a los gerundenses a rendir la plaza. Los gerundenses dicen que no. Duhesme se lanza al asalto. Y aquí, como en Valencia o en Zaragoza, los franceses fracasan: después de tres asaltos, la ciudad resiste. El francés resuelve volver a Barcelona para reunir más tropas. Será un calvario: por el camino, partidas de somatenes y soldados le infligen graves bajas. Los gerundenses han superado este primer asedio. Devotos, atribuyen su victoria a la protección de San Narciso, que es nombrado jefe militar de la ciudad.

Los franceses vuelven, como era de esperar. Será un mes después, el 20 de julio. Duhesme trae ahora más cañones; plantea un largo asedio en toda regla. Pero las defensas de Gerona han aumentado. Primero llegan tres batallones españoles. Rápidamente empiezan a concentrarse columnas de somatenes con dos grandes guerrilleros: Juan Clarós y Miláns del Bosch. Y los refuerzos consiguen su objetivo: después de un mes de asedio, el 20 de agosto los franceses tienen que abandonar nuevamente, y esta vez con pérdidas aún más cuantiosas.

Habrá un tercer asedio. Será el definitivo. Y será también uno de los más tremendos de la guerra de la independencia. Por parte francesa, penetra un gran ejército -18.000 hombres- con el objetivo de asegurar el control sobre Cataluña y, muy principalmente, acabar con la resistencia de Gerona. Pero a Gerona ha llegado alguien muy importante: el general Álvarez de Castro, un militar experto, de sesenta años; un hombre que se había negado a entregar a los franceses el castillo de Montjuich, que se había lanzado al combate y que llegaba a Gerona con el propósito de apurar la resistencia. El 1 de abril de 1809, nuestro general publica un bando resolutivo: se resistirá hasta la muerte. Y quien piense en pasarse al enemigo, será ejecutado sin piedad.

Los franceses se lanzan al ataque. Ocupan las posiciones elevadas en torno a Gerona. Desde allí quieren bombardear la ciudad durante el tiempo que sea preciso. Envían un emisario a Álvarez de Castro para instarle a la rendición. El español no la acepta. El asedio será brutal. La artillería francesa cañonea sin cesar los muros de Gerona, sus casas, sus calles. Ya no se trata simplemente de amedrentar a la población, sino que es una estrategia deliberada de aniquilación de la ciudad, hasta su última piedra. Los gerundenses, sin embargo, no se rinden. Al revés, aceptan vivir entre las bombas como quien oye llover.

Es casi increíble, pero esa situación va a prolongarse durante siete meses. Los franceses siguen acercándose, siguen bombardeando, pero Gerona no cae. A sus exiguas fuerzas –unos 5.600 hombres-, Álvarez de Castro ha añadido a la población civil. Primero se crea la Cruzada Gerundense –un nombre que dice mucho sobre el carácter que los españoles dieron a aquella guerra. La Cruzada constituyó ocho compañías clasificadas por oficios: clérigos seculares, clérigos regulares, estudiantes, artesanos, gente de posición, constructores, etc. Todos defienden: hombres, niños, ancianos, mujeres… sobre todo las mujeres. Tanto se distinguen las mujeres de Gerona en la resistencia, que Álvarez de Castro decide encuadrarlas también militarmente y otorgarles los mismos derechos que a los soldados. Así nace a finales de junio la Compañía de Santa Bárbara, que usaba como distintivo un lazo rojo en el brazo. Esta es la orden del general:

“Habiendo entendido el espíritu, valor y patriotismo de las Señoras Mujeres Gerundenses, que en todas las épocas han acreditado, y muy particularmente en los sitios que ha sufrido esta Ciudad, y en el riguroso que actualmente le ha puesto el enemigo; deseando hacer público su heroísmo y que con más acierto y bien general puedan dedicar y emplear su bizarro valor en todo aquello que pueda ser de beneficio común á la Patria, y muy particularmente de los nobles guerreros defensores de ella, y que a su tiempo tenga noticia circunstanciada S. M. del inaudito valor, y entusiasmo de las Señores Mujeres Gerundenses, (…) Ha venido S. E. en disponer y mandar que se forme una compañía de doscientas Mujeres sin distinción de clases, jóvenes, robustas, y de espíritu varonil para que sean empleadas en socorro, y asistencia de los soldados, y gente armada (…) La Compañía de Señoras Mujeres Gerundenses tendrá la denominación de Compañía de Santa Bárbara”.

La estrategia de la boa.

Los españoles conseguirán hacer llegar víveres y municiones a los sitiados, pero ninguna ayuda podrá romper la tenaza francesa. El 19 de septiembre lanzan los de Napoleón su gran ataque: cañoneo brutal, murallas rotas, franceses que entran por las grandes brechas… Se combate cuerpo a cuerpo. Y pronto, el milagro: los gerundenses logran detener el asalto. Para los franceses resultaba incomprensible. Tanto que, directamente, optaron por no volver a intentarlo: a partir de ese momento, la estrategia francesa se limitará a estrechar el cerco a fuerza de artillería, como una boa asfixia a su presa. Eso será lo que acabe con Gerona.

El 10 de noviembre llega una carta del mando español: no va a ser posible prestar auxilio a la plaza. Gerona está abandonada a su suerte. Cuando llega el invierno, la situación es insostenible: los edificios, arruinados; los supervivientes, sin techo ni víveres ni medicinas; las defensas, quebradas. La descomposición de los cadáveres expande graves enfermedades. El propio Álvarez de Castro enferma. La Junta designa a Bolívar para que tome el mando. Poco le queda por hacer.

Son las siete de la tarde del 10 de diciembre de 1809. Ha caído la noche. Los sitiados, al límite de sus fuerzas, optan por capitular. Aún así, ponen sus condiciones. Los sitiados no son bandoleros ni rebeldes. Son un ejército, incluida la población civil movilizada. Como militares, exigen al ejército vencedor un trato conforme a los usos tradicionales de la guerra. Los franceses serán respetuosos, pero sólo a medias. En Gerona ya no había nada que saquear. Pusieron un especial celo en atrapar al general Álvarez de Castro; no les costó mucho, postrado como se hallaba. Al general le espera un calvario: enfermo y deshecho, será llevado de una cárcel a otra hasta terminar en el castillo de Figueras, donde muere el 22 de enero de 1810.

Después, los franceses intentarán ganarse a la población imponiendo un régimen catalanista, bajo inspiración del afrancesado Tomás Puig. Será sólo un cebo, porque toda Cataluña es de hecho anexionada a Francia en 1812 y sometida al típico esquema centralista francés. El pueblo, por su parte, nunca aceptará el sometimiento. Cuando los franceses sean vencidos y abandonen la ciudad, ya en 1814, muy pocos afrancesados les seguirán. Y por el contrario, Gerona, la Gerona española, pasará a nuestra historia como un ejemplo insuperable de abnegación y de patriotismo. Entre otras cosas, sus muros fueron uno de los primeros lugares donde ondeó la enseña rojigualda como bandera de España. Esa bandera de Gerona está hoy en el Museo del Ejército. Y esa fue la verdadera historia de la Gerona española, de la Cataluña española.

El Tambor del Bruc


Los catalanes se echaron al monte para defender la libertad de España.


El pueblo catalán se echó al monte para defender a España. No fue hace tanto tiempo: sólo 201 años. El 14 de junio de 1808 se libró la segunda y decisiva batalla del Bruc contra los franceses de Napoleón. Allí un joven tamborilero, Isidret Lluçá, pasaría a la historia. El Tambor del Bruc, entre la realidad y la leyenda, sigue hablando con sus redobles al corazón de todos los españoles. ¿Ha olvidado usted esta historia? Pues nunca mejor día que hoy para recordarla. En Cataluña y en toda España.


Después del levantamiento del 2 de Mayo de 1808 en Madrid, la situación de España era caótica. La familia Real estaba presa en Bayona. El poder formal y material había sido ocupado por los franceses. El ejército español se dividía entre quienes preferían sublevarse y quienes, disciplinados, optaban por aguardar instrucciones de la Corona. En diferentes puntos de España, los notables y el pueblo habían promovido la constitución de Juntas que se proclamaban representantes de la verdadera soberanía nacional. Pero apenas si tenían recursos materiales –y menos aún, militares- para apuntalar esa soberanía. Una tragedia.

Napoleón veía todo esto con enojo, pero no con gran preocupación. Lo que a él le interesaba era, sobre todo, neutralizar a España y Portugal para cerrar el paso a los ingleses en el sur del continente. Bonaparte pensaba que en España, como había ocurrido en Italia, el pueblo, o al menos parte importante de él, recibiría a los franceses como a liberadores frente al despotismo de los viejos monarcas absolutos. Se equivocó: los españoles, en todas partes, antepusieron su dignidad y su independencia a otras consideraciones.

Cataluña rechaza al francés.

En el caso concreto de Cataluña, el propósito de Napoleón era más ambicioso: no trataba sólo de dominarla, sino que pretendía convertirla en una especie de protectorado, de marca, como en los tiempos de Carlomagno, para bajar hasta allí la frontera sur francesa. Con ese propósito acantonó gran cantidad de tropas estables, incluidas unidades de sus nuevas posesiones italianas. Parece que las tropas invasoras esperaban recibir de la población un trato cordial. Ocurrió todo lo contrario. Muchos soldados españoles, pese a tener órdenes de colaborar con los franceses, desertaron de sus unidades y se echaron al monte. Centenares de soldados de los regimientos suizos y valones de la Corona española engrosaron el número de los patriotas. Y la propia población civil catalana empezó a agitarse. En Cataluña funcionaba entonces una especie de milicia popular que se llamaba somatén y que actuaba como fuerza de orden en los campos, sobre todo para protegerse de bandoleros y salteadores. En esta hora trágica, el somatén también estuvo entre los resistentes. Así la dominación pacífica que esperaba Napoleón se convirtió, en muy pocas semanas, en un avispero.

Como los demás españoles, los catalanes crean sus Juntas. Primero en Lérida. Luego en Manresa. Ante la rebeldía de la población, los ocupantes adoptan medidas drásticas. Todo ciudadano que se resista a pagar impuestos a los franceses o, aún peor, todo aquel que se haya echado al monte, es tratado como un delincuente. El mando napoleónico comete el grave error de permitir a los soldados excesos injustificables. En Manresa estalla un motín popular. ¿Por qué? Por algo aparentemente menor: una partida de papel timbrado, oficial, donde los franceses, bajo el rótulo habitual de Carlos IV, rey de España, habían colocado el nombre del Lugarteniente General del Reino, es decir, el mariscal Murat. Los manresanos ven el gesto como una usurpación insoportable. Exasperados por semejante ofensa al rey de España, hacen acopio de todo el papel timbrado y lo queman públicamente. Es un gesto de rebeldía popular y nacional que va a disparar los acontecimientos. El pueblo de Manresa lo sabe. También el gobernador, Francisco Codony, que inmediatamente dicta un bando que es un ejemplo eminente de precaución: por un lado, pide tranquilidad; por otro, se dispone para la defensa. Así lo dijo el gobernador:

“Deseoso de que sean escuchadas las ideas manifestadas por el pueblo en el día de hoy, que son las de sostener sus derechos fundados en las leyes con que felizmente ha vivido bajo la dominación de sus legítimos soberanos, he proveído: que retirándose todos los vecinos que con este motivo han manifestado tan dignos sentimientos, se tranquilicen y esperen, que ya se irán dictando cuantas providencias sean necesarias; que los que quieran alistarse se presenten a los sujetos que hoy mismo elegirán los Comunes, dándose a cada individuo útil que tome las armas cuatro reales-vellón diarios (…) Obedecerán las órdenes que les den las personas destinadas para mandarles, con la mayor puntualidad para que se observe el buen orden, que es el fundamento principal del éxito en las empresas”.

Como los franceses no pueden tolerar esta insubordinación, envían una expedición al mando del general Schwartz. La columna de Schwartz no es desdeñable: 3.800 hombres, todos veteranos de otros frentes. Poco habrían podido hacer los somatenes ante esa fuerza. Pero alguien lo supo antes. Alguien cuyo nombre ignoramos, pero que, al ver partir a los franceses desde Barcelona, subió a caballo, galopó, adelantó al enemigo, llegó a Manresa y dio la voz de alarma. Desde los campanarios de todas las iglesias de la zona se tocó a rebato. Los españoles, alertados, decidieron tender una emboscada a las tropas de Schwartz. Lo harían en un paso montañoso: el Bruc.

Hubo suerte: justo antes de que los franceses llegaran al Bruc, el cielo se encapotó, se abrieron las nubes y cataratas de agua se precipitaron desde el cielo. La columna de Schwartz tuvo que refugiarse en Martorell. Era el 6 de junio. Los catalanes aprovecharon muy bien la oportunidad: el cielo les había regalado unas horas preciosas, las suficientes para tomar posiciones. Eran unos dos mil: somatenes de Manresa, Igualada y otras localidades, soldados suizos y valones de la Corona española, desertores de la guarnición de Barcelona. Mandaba el contingente español un patricio campesino, Antonio Franch. Cuando Schwartz intentó franquear el paso, se encontró con una terrible lluvia de fuego. El general no pudo reaccionar: sus tropas huyeron dejando en el campo trescientos muertos y un cañón. La vergüenza era excesiva, de manera que los franceses volvieron a la carga, esta vez con refuerzos y con las columnas divididas. Y aquí fue donde sonó el famoso Tambor del Bruc.

Aparece Isidret.

Había pasado una semana. Los españoles se habían hecho fuertes. No contaban sólo con sus escopetas, sino también con algunos cañones: los suficientes para plantar cara a los franceses cuando, el 14 de junio, los de Napoleón volvieron a asomar el penacho por aquellos parajes. Pese a su voluntad ofensiva, la inferioridad numérica de los españoles ante ese nuevo contingente era pasmosa: prácticamente de uno a dos. Los franceses sólo esperaban el momento adecuado para dar el golpe de gracia. Los españoles no podrían mantener su posición durante mucho tiempo. Pero cuando el fuego de la artillería francesa iba a desequilibrar el combate, un poderoso redoble de tambores llenó las montañas. Por todas partes sonaban tambores. Se diría que desde todos los puntos afluían nuevas fuerzas a engrosar el contingente español. Eso los franceses no se lo esperaban: los refuerzos españoles desequilibrarían el combate. Ante una derrota segura, el francés optó por la retirada.

¿Quiénes eran esos refuerzos del campo español? No había tales. Tampoco había mil tambores: era un solo tambor. Y quien lo golpeaba era un adolescente, un mocito de 17 años que se había sumado al somatén. Su redoble, multiplicado por el eco de las montañas, había creado la impresión de que un formidable ejército acudía al combate.

Aquel muchacho se llamaba Isidret Lluçá Casanovas, era de Santpedor (San Pedro de Oro), al norte de Montserrat, y tocaba el tambor en la cofradía de la Virgen de los Dolores de su pueblo. Cuando los somatenes de los alrededores del Bruc marcharon al encuentro de los franceses, Isidret se sumó a ellos. Y en el momento de divisar al enemigo, comenzó a aporrear su tambor con furia, incansable, hasta que las manos le sangraron. Isidret no vería el final de la guerra: enfermo, de constitución muy débil, flagelado por el hambre de aquellos años, murió pocos meses después. Pero en la memoria de todos los catalanes, de todos los españoles, quedaría aquel gesto, entre histórico y legendario, del niño tambor que con sus redobles frenó al ejército más poderoso de Europa. Hoy, tanto en Sanpedor como en El Bruc, sendos monumentos recuerdan a Isidret y lo que pasó en aquella batalla. Y una leyenda dice: “Viajero, para aquí, que el francés también paró. El que por todo pasó, no pudo pasar de aquí”.

La gesta del Bruc no significó la retirada francesa: volvieron las tropas de Napoleón en mayor número, quemaron pueblos, asolaron todo a su paso. Pero los catalanes ya habían demostrado que plantarían cara a los invasores, y varios jefes de somatén se convertirían muy pronto en guerrilleros. Manresa fue destruida en 1811 por los franceses. Un año después, las Cortes de Cádiz proclamaban solemnemente el “aprecio y gratitud que merecían a la Nación la lealtad, valor y heroico patriotismo” de los manresanos, y se concedía a la ciudad el título de Muy Noble y Muy Leal. Un periodista catalán, Joan Cortada, escribirá medio siglo después, en 1859, que gracias a la Batalla del Bruc se había roto la muralla que separaba a los catalanes del resto de los españoles desde la Guerra de Sucesión:

“Al grito de patria todos se alzaron, sin distinción de edades, de provincias; y si Madrid blasona con justicia de su dos de mayo, los catalanes se ufanan de haber sido los primeros que en campo libre enseñaron a los veteranos de Italia y de las pirámides que en las alturas del Bruch se conocían modos de combatir ignorados todavía por ellos, que eran maestros de la guerra…”.

Fue un 14 de junio. De 1808.

Er himne espanhòu


Un poeta puso letra en aranés al himno español para Alfonso XIII.

Explica Arturo Calbetò en el libro “50 ans dera dubertura deth tunèl de Vielha-Alfonso XIII”, que los dieciocho alcaldes araneses llevaban años pidiendo mejoras para el valle a las autoridades de Madrid, la más importante una vía de tren que comunicase Lès con Lleida, siguiendo el río Noguera Ribagorzana , y atravesando el puerto de Vielha. En sus informes se leía: "La influencia de España en el Valle de Arán es tan escasa que tan sólo se manifiestan por medio del elemento oficial existente (…). El Valle de Arán por nuestra voz y representación espera alcanzar de Ud. que fije en él su atención y que se interese por su desgraciada suerte reintegrándolo por medio de la vía férrea a la patria de que está ahora separada".

Después de esperar durante catorce años una entrevista con el Ministro de Fomento - al final no pudo ser- los alcaldes consiguieron verse con el mismísimo Rey el 14 de mayo de 1924 en Barcelona. Dos meses después, Alfonso XIII devolvió la visita, inauguró la carretera del Port de la Bonaigua, y los araneses no perdieron la ocasión de recordarle que las obras debían comenzar con un túnel. Durante todo el viaje, de Tredòs a Pontaut, los aleccionados niños araneses salieron a su paso aclamando: "Viva el rey, queremos el túnel". El Rey, al final, respondió: "Lo tendréis".

Mosén Rafèl Nart, ilustre vate aranés, tuvo ocasión de leer un largo poema dedicado a Su Majestad y cómo no, al túnel, La princesa encantada. Es un poema escrito en castellano, y lleva mensaje: uno se da cuenta enseguida de que la princesa encantada no es otra que el Valle de Arán, que el rey desencantador no es otro que Alfonso XIII, y que el peligro está en Francia:

"Condes de Saint Girons y de Cominges / quisiéron desposarla; / Sigue, hermosa, falaces le decían, / el curso de tus aguas…". Mucho esperó la encantada princesa, pero al final "subiendo por los montes soberanos / en portentosa cuadriga / de invisibles caballos, y veloces / como el viento, venía el Rey de España". Nada más llega el rey, la princesa se tira a sus pies. Pero eso sí, enseguida le ruega "allá, en el puerto de Viella, necesito una ventana (o sea, el túnel) para librarme del hambre y verme con mis hermanas".

El poema acaba con el Himne a´ra S. M. Alfonsu XIII, según se escribía en la grafía aranesa de la época. Mosén Nart se permitió recordarle a Alfonso su origen gascón, puesto que Enrique de Navarra, más tarde Enrique el Grande de Francia, tenía como lengua propia el gascón, la misma lengua que los araneses hablan.

Alfonso XIII cumplió su palabra, pero los vehículos no franquearon el túnel hasta octubre de 1948. Eso sí, los araneses aún esperan su tren.

Versión aranesa del himno español, obra del capellán y poeta aranés Rafèl Nart, y que el rey Alfonso XIII tuvo ocasión de escuchar en Viella el 6 de julio de 1924.


HIMNE A´RA SA MAJESTAT ALFONSU XIII


Salût, Rei D´Espanya
Es hilhs dera muntanya
Salûdam vosta gloria
Mès bèra qu´et sulei;
Cantem, aranesi
Qu´ei gran nosta historia.
Visque Espanya è Alfonsu noste Rei!

Sentint es campanes,
Ja baxen de´s cabanes,
Contemplant vosta gloria,
Alègres es pastús.
De´t Rei qu´en´a guerra
Mès gran de´ra historia
Calmèc tantes lèrmes e dulús.

En vosta Curuna
Dam perles de´t Garurna
Brille humil è pulida,
Senyú, ´ra Val d´Arán;
Es pobles ahún duça
Flurís nosta vida
Espanyols tustem, tustem
serán.

Es rius è grandeses
De´s terres araneses
Qu a ûn poble gran dan vida,
Guardats, rei bundadús;
Que venguen es Reines,
De alfumbra pulida
Nosti cors harán, è es nostes flús.


LETRA DEL HIMNO A SU MAJESTAD ALFONSO XIII TRADUCIDA AL CASTELLANO.


Un Saludo, Rey de España
los hijos de la montaña
saludan vuestra gloria
más bella que el sol;
Cantemos araneses,
es grande nuestra historia.
¡Viva España y Alfonso nuestro Rey!

Oyendo las campanas,
ya bajan de las cabañas,
contemplando vuestra gloria,
alegres los pastores.
Del Rey que en la guerra
más grande de la historia
calmó tantas lágrimas y dolor.

En vuestra Corona
con perlas del Garona
brilla humilde y bonito,
Señor, el Valle de Arán;
los pueblos donde dulce
florece nuestra vida,
españoles siempre, siempre,
serán.


Los ríos y grandezas
de las tierras aranesas
que a un pueblo grande dan vida,
observad, Rey bondadoso;
Que vengan las reinas,
una alfombra bonita
Nuestros corazones harán, y nuestras flores.


Fuente:
http://hemeroteca.lavanguardia.es/preview/2007/10/05/pagina-22/62655897/pdf.html?search=Erhimneespanhòu

Memorial de Greuges


Extractos del Memorial de Greuges (memorial de agravios).

Comentario:

La "Memoria en defensa de los intereses morales y materiales de Cataluña" o "Memorial de Greuges" fue un documento dirigido a Alfonso XII el año 1885 por representantes de entidades económicas i culturales catalanas y que ponía en evidencia la insatisfacción de la burguesía catalana por los convenios comerciales con Gran Bretaña y la unificación del derecho civil.

La iniciativa surgió del Centre Català y se nombró una Comisión para redactarla.

La muerte del rey y la actitud del gobierno frenaron las consecuencias de este manifiesto.

Texto:

(...)

No tenemos, Señor, la pretensión de debilitar, ni todavía menos atacar la gloriosa unidad de la patria española; al contrario, deseamos reforzarla y consolidarla; pero entendemos que para conseguirlo no es un buen camino ahogar y destruir la vida regional para substituirla por la del centro, sino que creemos que lo conveniente, a la vez que justo, es dar expansión, desarrollo y vida espontanea y libre a las diversas provincias de España para que de todas partes de la península salga la gloria y la grandeza de la Nación española.

Aquello que nosotros deseamos, Señor, es que en España se implante un sistema regional adecuado a las condiciones actuales de ella (...). Lo deseamos no solo para Cataluña sino para todas las provincias de España; y si hablamos en nombre de Cataluña es porque, además, somos catalanes y porque en estos momentos sentimos como nunca hemos sentido los males que el centralismo causa.

Señor: se nos arrancó de cuajo nuestro sistema administrativo para ser substituido, primero por el sistema castellano, y hoy por una copia imperfecta y viciosa del sistema francés. Sólo podemos utilizar nuestra lengua en nuestros hogares y en conversaciones familiares; desterrada de las escuelas, también lo ha estado más tarde de la contratación pública y además de los tribunales, en los cuales muchas veces, y por muy ilustrados que sean, ni los jueces entienden a los testigos y procesados, ni éstos entienden a los jueces (...).

Se ha de reconocer que la industria del nuestro país ha tenido que hacer grandes esfuerzos por sostenerse y todavía aumentar en ciertos ramos, en medio de la inestabilidad legislativa y falta de fijeza de criterio gubernamental con que ha tenido que luchar. La situación normal de nuestro país ha sido durante muchos años la de guerras civiles, revolución, crisis y pronunciamientos continuados. Si bien la tendencia llamada librecambista no ha conseguido hasta ahora sus soluciones radicales a la legislación económica, se ha manifestado, no obstante, constantemente en todas las situaciones y desde hace muchos años, que es una espada de Damocles suspendida sobre la producción. Aún quedan aranceles más o menos protectores, pero no representan ninguna garantía de estabilidad (...).

¡Quiera Dios que nuestra trabajada Nación se pueda regenerar por particularismo!

El día más feliz de nuestra vida, y así como para nosotros, para la gran mayoría de los españoles, sería aquél en qué, restaurada la vida de las regiones; reintegradas las diversas partes que forman el todo nacional en la personalidad de que hoy carecen; unidas todas como hermanas por los lazos de la fraternidad y del interés mutuo, sin imposiciones ni dependencias, y protegiéndose las unas en las otras en las diversas manifestaciones de la actividad para sostenerse y prosperar con sus esfuerzos reunidos; reconocidos los fueros de las variedades, pudiésemos juntos lanzar al viento, no por deber sino por gratitud y afecto, un grito retronador de ¡Viva España!, en el cual se mezclaran todas las lenguas nacionales, oficialmente iguales en categoría, y unidas en un sol sentimiento. ¡Feliz, más feliz que todos el que en aquel momento ocupara el lugar preeminente en la Nación!

Almirall, Valentí y otros: Memorial en defensa de los intereses morales y materiales de Cataluña, 1885.

Ante este memorial el rey expresó:

“Cataluña puede llevarse la seguridad de que seré su abogado, y abogado convencido, en las cuestiones de su industria y de sus leyes, porque en cuanto a la primera soy proteccionista y tan individualista como la comisión en lo que respecta a la segunda”.

EN CATALÁN

Extractes del Memorial de Greuges.

Comentari:

La "Memoria en defensa de los intereses morales y materiales de Cataluña" o "Memorial de Greuges" fou un document adreçat a Alfons XII l´any 1885 per representants d´entitats econòmiques i culturals catalanes i que posava en evidència la insatisfacció de la burgesia catalana pels convenis comercials amb Gran Bretanya i la unificació del dret civil.

La iniciativa va sorgir del Centre Català i es nomenà una Comissió per a redactar-la.

La mort del rei i l´actitud del govern varen frenar les conseqüències d´aquest manifest.

Text:

(...)

No tenim, Senyor, la pretensió d'afeblir, ni encara menys atacar la gloriosa unitat de la pàtria espanyola; ans al contrari, desitgem fortificar-la i consolidar-la; però entenem que per aconseguir-ho no és un bon camí ofegar i destruir la vida regional per substituir-la per la del centre, sinó qie creiem que el convenient, alhora que just, és donar expansió, desenvolupament i vida espontània i lliure a les diverses províncies d'Espanya perquè de tot arreu de la península surti la glòria i la grandesa de la nació espanyola.

Allò que nosaltres desitgem, Senyor, és que a Espanya s'implanti un sistema regional adequat a les condicions actuals d'ella (...). Ho desitgem no solament per a Catalunya sinó per a totes les províncies d'Espanya; i si parlem en nom de Catalunya és perqué, a més a més, som catalans i perquè en aquests moments sentim com mai hem sentit els mals que el centralisme en causa.

Senyor: se'ns va arrabassar el nostre sistema administratiu per ser substituït, primer pel sistema castellà, i avui per una còpia imperfecta i viciosa del sistema francès. Només podem utilitzar la nostra llengua a les nostres llars i en converses familiars; desterrada de les escoles, també ho ha estat més tard de la contractació pública i encara dels tribunals, en els quals moltes vegades, i per molt il•lustrats que siguin, ni els jutges entenen els testimonis i processats, ni aquests entenen els jutges (...).

S'ha de reconèixer que la indústria del nostre país ha hagut de fer grans esforços per sostenir-se i encara augmentar en certs rams, enmig de la inestabilitat legislativa i manca de fixesa de criteri governamental amb què ha hagut de lluitar. La situació normal del nostre país ha estat durant molts anys la de guerres civils, revolució, crisis i pronunciaments continuats. Si bé la tendència anomenada lliurecanvista no ha aconseguit fins ara les seves solucions radicals a la legistació econòmica, s'ha manifestat, no obstant això, constantment en totes les situacions i des de fa molts anys, que és una espasa de Dàmocles suspesa sobre la producció. Encara queden aranzels més o menys protectors, però no representen cap mena de garantia d'estabilitat (...).

Vulgui Déu que la nostra treballada nació es pugui regenerar per particularisme!

El dia més feliç de la nostra vida, i així com per a nosaltres, per a la gran majoria dels espanyols, seria aquell en què, restaurada la vida de les regions; reintegrades les diverses parts que formen el tot nacional en la personalitat de què avui manquen; unides totes com a germanes pels llaços de la fraternitat i de l'interès mutu, sense imposicions ni dependències, i protegint-se les unes a les altres en les diverses manifestacions de l'activitat per sostenir-se i prosperar amb els seus esforços reunits; reconeguts els furs de les varietats, poguéssim junts llançar al vent, no per deure sinó per gratitud i afecte un crit retrunyidor de visca Espanya!, en el qual es barregessin totes les llengües nacionals, oficialment iguals en categoria, i unides en un sol sentiment. Feliç, més feliç que tots el qui en aquell moment ocupés el lloc preeminent a la nació!

Almirall, Valentí i altres: Memorial en defensa dels interesos morals y materials de Catalunya, 1885.

Davant aquest memorial el rei va expressar:

“Catalunya pot portar-se la seguretat que seré el seu advocat, i advocat convençut, en les qüestions de la seva indústria i de les seves lleis, perquè respecte a la primera sóc proteccionista i tan individualista com la comissió pel que fa a la segona”.

El Somatén


La defensa contra malhechores: el Somatén

Integrado por almas nobles, ávidas de paz, orden y justicia, nacieron en Cataluña las gloriosas milicias, al devenir de los tiempos llamadas Somatén, que, sin pertenecer al Ejército, reuníanse a toque de campana para enmendar desmanes y fechorías.

Se desconoce la fecha de su primera actuación, si bien algunos vinculan su origen en el famoso Código conocido por los «Usatges de Barcelona» proclamado en tiempos de Ramón Berenguer I. Lo demostró durante su reinado. Entre otras importantes iniciativas convocó las Cortes de 1068, de las cuales emanó el primero de los Códigos, estableciendo el nuevo derecho de «Paz y tregua». Consecuencia de él fue, en la importante recopilación de leyes, el célebre «usatge»: «Princes namque», en virtud del cual el príncipe podía llamar a sus súbditos siempre que lo creyera necesario.


ORIGEN DEL SOMATÉN

En 1172, Alfonso I, que unió al título de Rey de Aragón el de Conde de Barcelona, convocó a príncipes, barones y señores del país a fin de que juraran la Constitución de Paz y Tregua; que, al igual que otra que se redactó más tarde en Barbastro, refleja indudable orientación hacia el Somatén vecinal.

También Pedro I promulgó varias Constituciones de Paz y Tregua; pero la que más concretamente revela el Somatén es la que consta en los anales de Jaime I el Conquistador. En efecto, el 15 de enero de 1257, el Rey con el obispo de Barcelona, Cabildo y demás prohombres de la ciudad, habida cuenta de los frecuentes robos y saqueos de que eran víctimas los labradores, ordenaron que todos los feligreses de las parroquias tuvieran en sus casas armas, ya fuesen ballestas, espadas, lanzas o cuchillos de grandes dimensiones, para defenderse de los malhechores.

Igualmente se ordenaba que todo perjudicado avisase a la vecindad emitiendo sonido, recayendo severas multas sobre aquel, que no acudiera a conjurar el peligro.

Tal pacto y otros merecieron el nombre de Sacramental, como los que establecieron los señores de castillos y terratenientes al armar a su gente para la defensa de sus propiedades y sus frutos. No obstante, estas Sacramentales no podían ser válidas sin la previa voluntad de los señores y el refrendo de la autoridad real. Tal se estableció en las Cortes de 1291, y así pasó a formar la Constitución II de «Sometent».

Notoriamente ventajoso resultó el benemérito pacto ya en tiempos de Jaime II, sobre todo en las regiones del Llobregat y del Valles. De ahí su progreso y que, perfectamente constituidos, se extendieran por todo Cataluña con juramento de la observancia de sus leyes, que prohibían emitir sonido contra el mismo señor o contra sus vasallos y labradores. En tal caso, ninguno era obligado a salir y sí a detener a su autor.

No se quería venganza de sangre, sino derecho de justicia, para la observancia de la cual se nombraron jefes con nombre de capitanes.

Tan magníficas organizaciones, fueron aprovechadas por algunos soberanos en defensa de la Patria. Así, Pedro IV, el Ceremonioso, levantó el Somatén contra Jaime de Mallorca, y el emperador Carlos V redactó una orden en virtud de la cual el Somatén debía seguirle no sólo contra los facinerosos, sino contra los enemigos de la Nación.

Reglamentado poco a poco, llegó a su más sólida madurez en tiempos de Fernando I, quien, en las Cortes de Barcelona, de 1413, definió el Somatén diciendo que fue instituido «para ejecución de justicia, castigo de crímenes y captura de malhechores». Por lo mismo, podía detenerlos en sagrado sin incurrir en excomunión y también en los castillos feudales con o sin permiso de sus nobles moradores.

El marqués de Lombai, duque de Gandía, (más tarde San Francisco de Borja) en su Virreinato de Cataluña se quejaba al emperador Carlos V, en 1541, de las cuadrillas de bandoleros que infestaban la comarca, reduciéndola a desorden y pobreza con sus desmanes. El remedio lo obtuvo del Somatén, que a través de su larga historia contó épocas de esplendor y otras de decadencia, si bien siempre cumplió la misión impuesta rivalizando por mantener al país con dignidad y justicia.

El somatén después de la guerra de sucesión fue abolido.
En el Decreto de Nueva Planta de la Real Audiencia del Principado de Cataluña, 1716, se puede leer:

“Por los incovenientes que se han experimentado
en los Sometenes, y juntas de gente armada, mando
que no haya tales Somtenes, ni otras juntas de gente
armada, so pena de ser tratados como sediciosos, los
que concurrieren, ò intervinieren”.

EL TAMBOR DEL BRUCH

Son numerosísimos los episodios en que el Somatén toma parte, destacando entre ellos las dos acciones del Bruch, mereciendo que el Conde de Toreno en su historia de la Guerra de la Independencia diga al escribir sobre la hazaña del Bruch:” Toca a los catalanes la gloria de haber sido los primeros en España, que postraron con feliz éxito el orgullo de los invasores”. Fue en efecto la victoria del Bruch la que antes que ninguna otra mereció ser calificada con tal nombre, y semejante triunfo, admirable en sus circunstancias, resonando por todo el Principado, excitó noble emulación en todos sus habitadores, declarándose a porfía los pueblos unos en pos de otros y denodadamente.

Las acciones del Bruch tuvieron lugar en 6 de junio y 14 del mismo mes del año 1808. En la primera acción, al dirigirse el general francés Schwartz con su división desde Martorell hacia Manresa, sabedores los somatenes de los planes del invasor, se tocó a somatén por todas las comarcas de Igualada, Manresa, Cervera y Solsona, para que todos los individuos que poseyeran arma se trasladaran al Bruch al objeto de impedir el paso del invasor.

Un poco más arriba del Bruch, en una revuelta de la carretera de Manresa, apostase el Somatén entre los bosques y los matorrales, y al aparecer la vanguardia de la división francesa, compuesta de coraceros de caballería, se rompió el fuego contra ellos, ocasionándoles numerosas bajas. El general francés ordeno de momento el repliegue de sus fuerzas, cargando luego sobre el enemigo invisible que de momento tuvo que retirarse a las alturas de Casa Massana, pero que luego al recibir nuevos refuerzos de gente armada, emprendieron la ofensiva al sonido del célebre tambor del Bruch, tocado por un muchacho, obligando a las tropas francesas a una retirada vergonzosa, durante la cual perdieron un cañón en la Riera de Cabrera. A esta acción concurrió la bandera de la Igualada, a la cual le fueron concedidos posteriormente honores de capitán general.

En la segunda acción instaláronse los somatenes en las alturas del Bruch, ocultando cuidadosamente las piezas, y al acercarse el enemigo le recibieron con fuego de fusilería, simulando luego una retirada para que se aproximara al sitio en que se hallaba la artillería, descargando sobre las fuerzas francesas gran cantidad de metralla. Desconcertado el general Cabrán, quedó durante algún tiempo sin saber qué partido tomar, pero luego dispuso un ataque violentísimo que fue admirablemente resistido por los Somatenes, teniendo que retirarse las tropas francesas, después de una lucha de cinco horas. Este glorioso hecho ha sido conmemorado con la conocida inscripción que dice:

Caminante, para aquí,
que el francés aquí paró;
y el que por todo pasó,
no pudo pasar de aquí.

Rumor de alarma, de alerta o de guerra es lo que, ante cualquier peligro de vandalismo o de ofensa a las Leyes patrias, reunía al glorioso Somatén, llamado de nuevo a su puesto de honor. Auxiliar inapreciable de la Justicia contra los bandoleros que infestaban las comarcas catalanas, ya vimos su afán y patriotismo en la guerra de la Independencia.


El somatén. Episodio de la guerra de la independencia. Ramón Martí Alsina

EL SOMATÉN EN EL SIGLO XX.

Suprimido temporalmente el Somatén por la I República de 1873 en 1875, terminada la última guerra civil carlista, pocos meses después de subir al trono don Alfonso XII, la existencia de multitud de gente maleante habituada a la vida de rapiña de ocasión hace que el ilustre general Martínez Campos ordene el levantamiento del Somatén en todo el antiguo Principado, organizando con carácter permanente el “Cuerpo de Somatenes de Cataluña”, puesto a las órdenes del general de brigada don Joaquín Mola y Martínez, primer subinspector o comandante general de dicho cuerpo.

La fecha de 1923 marcó un hito en la historia del somatén: el General Primo de Rivera instituye en todo el territorio nacional los Somatenes Armados de España, y los dota de una estructura moderna. También el general Primo de Rivera, en 1923, en su Manifiesto al país y al Ejército, decía: «Somos el Somatén de la legendaria y honrosa tradición española y como él traemos por lema: «Paz, Paz y siempre Paz»... Queremos un Somatén reserva y hermano del Ejército... Pero más lo queremos para organizar y encuadrar a los hombres de bien y que su adhesión nos fortalezca»...

Palabras y hechos, que demuestran cuan elevadísima opinión mereció en todo tiempo de los gobernantes, y el firme puntal de orden que fue primero de Cataluña y al devenir de los tiempos de todo el territorio nacional.

Al proclamarse la II República, sólo un día después, el 15 de abril de 1931 el Somatén es de nuevo disuelto.

Estalla la guerra civil, se instaura un nuevo régimen y no es hasta octubre de 1945 cuando vuelve a estructurarse, para ser definitivamente disuelto como banda armada en julio 1978. Por lo visto se alegaba para ello que esas funciones ya las desarrollaban el ejército y la policía.

Recogida de armas a los somatenes:

http://www.elpais.com/articulo/espana/GUARDIA_CIVIL/Recogida/armas/somatenes/elpepiesp/19781001elpepinac_16/Tes/


USOS Y COSTUMBRES DEL SOMATÉN BARCELONÉS.

Siempre que a la Corte del Veguer o del Consejo de Ciento llegaban noticias de fechorías o de agravios inferidos a la ciudad, era llamado el Somatén, que presurosamente reuníase en la Plaza del Blat o del Ángel; lugar al que debía acudir todo hombre apto para la armas, desde los veinte años. Quien desoyera la llamada quedaba degradado y sus bienes confiscados.

Espectacular resultaba su proclamación encomendada al Veguer, quien recorría con su Corte las calles más céntricas, parándose en cada plaza, donde mandaba leer el «usatge» «Princeps namque», a la luz de manojos de teas y hachones.

Terminada la lectura daba el grito de «¡Vía fora!», esto es afuera al campo a la calle. Grito al que la multitud contestaba con el de «¡Somatén!», corriendo de una a otra parte con luminarias. Inmediatamente se echaban al vuelo todas las campanas de la ciudad tocando arrebato, que acompañaban los particulares con esquilones y campanillas.

Asimismo se producían grandes humaredas si era de día, en torno a la ciudad, o gigantescas hogueras si era de noche, para aviso de los pueblos inmediatos que respondían con idéntica forma; propagando el rumor por aldeas, pueblos y montañas. A ese grito de alerta respondían todos los hombres en disposición de manejar un arma, concentrándose en Barcelona a fin de engrosar su Somatén.

Por su parte, el Veguer, acabado su recorrido, enviaba mensajes de aviso a toda la nobleza y demás hombres de pro para que acudieran con sus armas y vasallos al lugar de reunión.

Hecho esto, se dirigía al Ayuntamiento para deliberar con los Consellers y, una vez de acuerdo, se procedía a sacar la bandera de la ciudad, que en sus principios tuvo por divisa la cruz de San Jorge, colocada, sobre campo blanco, emblema de Barcelona, también llamada de Santa Eulalia, probablemente por su remate en el que figuraba un busto de la Santa labrado en plata.

Famosa resultó la bandera que Barcelona labró con la imagen de Santa Eulalia, pero más aún por las suntuosas ceremonias que el acto de alzarla requerían. Sacar y alzar la bandera era comprometerse a llevar a buen término la causa por la cual se levantaba. En modo alguno podía volver derrotada a la Casa de la ciudad. Sólo podía entrar vencedora. De ahí la grave responsabilidad que contraían sus defensores.

Hasta el siglo XV, el Veguer, era el abanderado; honor que más tarde correspondió al Baile y después a los consejeros. A partir de esta época, fue aún más imponente la ostentosa pompa que se desplegó. El Consejo de Ciento, con el Consejo llamado de los treinta y seis y el de los veinticuatro, que era una Junta de guerra, cuidaba de todos los requisitos. A son de trompetas recorrían calles y plazas convocando al Somatén, e invitábase a la nobleza para el acto, de alzar la bandera. Cuatro nobles la llevaban enrollada sobre sus hombros y el primer consejero marchaba detrás para manifestar que era él quien la sacaba. Seguían, acompañados de marchas, los demás consejeros, nobleza y jerarquías de todas las instituciones barcelonesas e inmenso público.

Tres días quedaba expuesta debajo una ventana del Ayuntamiento, adornada con dosel y colgaduras de terciopelo carmesí. Los guardianes de la enseña ciudadana velaban para que ni un solo pliegue pudiera entrar casualmente en la Casa, sin quedar plenamente resuelta la causa de su levantamiento. Junto a ella ardían profusión de antorchas y en la plaza cuatro grandes fogatas en señal de alarma y demostración de respeto. Pasados los tres días era trasladada con lujoso cortejo a la puerta de la ciudad, por la que había de salir el Somatén en el cumplimiento de su misión.

Muchas y nobles hazañas se cuentan de las antiguas milicias de Cataluña, armadas en defensa de la paz, cuyo lema supieron en todo tiempo briosamente consolidar.

Pau, pau i sempre pau!